Editorial

México, nuestro país, está atravesando por el horror y el desmembramiento de una nación, que casi desde sus inicios, ha sido frágil.
La violencia que vivimos a diario, la sobre población, la intolerancia y el desinterés por el otro se ha vuelto una característica de nuestras vidas. Ver, reproducir y participar de actos violentos se ha convertido ya en una costumbre normalizada que sin pasar desapercibida no se cuestiona, ni se reflexiona.
Entonces las maneras de enunciar se vuelven necesarias y letales frente a gobiernos que sólo buscan poder y bienestar propios. La búsqueda de estas maneras es vital, sin embargo, para la sociedad en que vivimos y los tiempos presentes. No queda más que aprender a comunicar en un mundo adormilado, donde incluso los sucesos más crueles sólo se visibilizan por tendencias, marcadas principalmente por las redes sociales y los medios de comunicación.
Los problemas son abundantes y todos requieren de atención inmediata, tal vez la mejor manera es reponsabilizándonos de lo que nos toca sabiendo que todo derecho conlleva una obligación en todos los ámbitos, y el político no está excluido de esto, tampoco las personas que conforman este sector.
Comencemos, pues, por buscar nuestra propia enunciación, la voz contundente que necesitamos, con un enfoque global y cohesivo que muestre un plan de acción y establezca los parámetros de movilidad sobre los cuales podemos comenzar a ejercer, en pleno tanto obligaciones como derechos de forma equitativa; en resumen: nuestra responsabilidad como ciudadanos.

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